jueves, 14 de mayo de 2009

A blog muerto blog puesto


Casper David Friedrich.Paisaje con tumba y lechuza (1836-7) Sepia (17x20.4cm)

Hace algunas semanas leí en un reportaje a propósito de una reunión realizada en Nueva York, donde habían llegado los más grandes bloggers de la red. Entre muchas y muy distintas anécdotas que relataba el periodista, había una que me golpeó. Citaba una frase digna de un big-blogger: "un blog que no es actualizado continuamente muere"… La frase no me dejó indiferente, haciéndome pensar en esa jodida compulsión que tenemos los intelectuales por andar decretando el nacimiento y la muerte de las cosas. Es más, hace casi seis meses que no actualizaba mi blog y se debe precisamente a que tengo una especie de horror a que este tipo de formato, supuestamente libre, se transforme en una tarea más en nuestra pequeña vida.

La pregunta que me hago, cuando pienso esa sentencia, no es sobre cómo hacer para mantener activa la página en cuestión, sino en la idea que un blog esté vivo. Esto conduce a otro hábito, el de imaginar todo bajo un paradigma biológico y creer que el blog es como ese vasito con algodón que llevamos a nuestra casa desde la escuela, donde por algunas semanas estuvimos atentos al crecimiento de una incipiente legumbre, la que por cierto luego de parir dos o tres hojas verdes, no nos interesó más… el resto eran todas iguales.

Pero no sólo pensé en eso. El otro tema que me inspira el aforismo del lider de los bloggers es: ¿porqué mejor no preguntarse por la sobrevivencia de quien escribe? Es decir, por qué dedicamos nuestro ingenio a pensar en las leyes del nacimiento y muerte de las cosas, sin siquiera cuestionarnos por lo que efectivamente sostiene el blog. Es decir, el hecho de que quien lo escribe esté vivo y que exista alguien en algún sitio, del otro lado de al panatalla, que lo lea.

¿Qué sucede una vez que el autor del blog muere? Más de alguno habrá ya pensado en crear un cementerio de blogs. Algo tipo como para los tamagochis pero para las cenizas digitales del rincón electrónico de nuestra memoria ciber-asistida. El negocio seguro que ya existe –sobre todo si yo lo puedo imaginar– sin duda alguien ya usufructúa, trabajando en una especie de arqueología digital que, muy pronto, quizás permita crear un departamento de alguna facultad universitaria. El departamento tendría que ser interdisciplinario, porque, como otros objetos de la cultura del último siglo, el blog se encuentra en medio de varios campos, desde la tecnología hasta la literatura, pasando por la antropología y sin duda la historia de las ideas. «Blog studies»… quizás la placa ya reluce en alguna puerta.

La idea que un blog pueda morir, me pareció particular. Sobre todo porque de paso nos permite deducir que hay vida en un blog. ¿Cuál es el pulso vital de un blog? ¿La cantidad de visitas, como si fuera un salón intelectual al estilo clásico, los reenvíos realizados desde sistemas de búsqueda, o simplemente el hecho que esté ahí, flotando en esa extraña dimensión que llamamos ciberespacio? Sé que la discusión parece alcanzar ribetes éticos, los que más de alguien considerará absurdo a esta altura del siglo, de las necesidades y las urgencias que efectivamente debieran ocupar nuestras divagaciones. No obstante el contexto y lo crítico de la situación del mundo real, no puedo negar que la pregunta por la vida del blog y la muerte del blog, alcanza además la vida del blogger y su muerte. Más de algún inocente superdotado creerá que ésta es otra más del Poder (malo, absoluto, divino y violento) y estará pensando en ligarla a la escalada de muerte que ocupa la prensa amarilla de los intelectuales. La muerte del arte, la de los grandes relatos, el fin del capitalismo y todas esas patrañas que hacen que los "intello" (como le dicen los franceses) se sientan que están en la cresta de la ola, a punto de reventar… En eso tienen razón… sin duda alguna… siempre, hoy más que ayer y un poco menos de mañana, estamos a punto de reventar y desvanecernos, ahora sí, para siempre.