sábado, 28 de noviembre de 2009

Fantasmas Verbales

Desde que regresé a vivir a Chile no he sido capaz de escribir una sola línea. Y no es que no me haya sentado varias veces a hilar algunas frases. Buscaba volver a esa práctica que alcancé mientras vivía en Italia. Cada vez que probaba no me resultaba agradable. La razón creo saberla. El hecho de volver a un espacio donde el flujo interno del pensamiento coincide con las voces y las conversaciones del entorno, hace que aflore esa maquinaria perfecta que es el sustrato inconsciente más primario. Es así como en este espacio idiomático uniforme, sin la obligación bilingüe del extranjero, aparece la figura siniestra con que se acuñaron los grandes temores, el horror que sólo la infancia nos hace conocer y las sentencias filudas que tan bien reflejan dichos y adagios populares de nuestro país.
Por ejemplo: “Quien ríe en viernes llora en domingo” o “la risa abunda en la boca de los tontos”. Formas verbales que buscan dominar cualquier atisbo de individualidad segura e inspirada y aplacan cualquier espíritu que intente elevarse. La que recuerdo mejor, es una que en boca de mi madre era muy eficaz. La decía antes que saliéramos de visita donde parientes y amigos, con un tono entre Medusa y Medea: — “No te vayas a lucir… me oíste”.
Porque así como el lenguaje nos permite el habla, también nos la quita. Por eso, ayer, mientras pasaba algunas horas en un baño turco del centro, intentando conciliar cuerpo y alma, y delante de mis ojos se paseaba la humanidad en su dantesca desnudez, resolví que rompería el hechizo, expulsándolo por medio de un texto que diera cuenta del poder de esta fuerza originaria. Algo así como una escritura homeopática.

Es así como siento que he perdido la fuerza para establecer el más mínimo enunciado y todo se oscurece. Privado de luz es difícil lucir o lucirse. En ese escenario la transmisión represora vuelve a verter en nuestro oído la inseguridad más profunda. Eso es lo que precisamente se disipa cuando nos adentramos en otro idioma. Porque en esos otros espacios las sentencias lapidarias que nos debilitan desde la infancia pierden su poder y, por lo tanto, vivimos otro tiempo.
Sé que parecerá poco erudita la comparación y sobre todo inadecuada, pero es más o menos el caso de Superman y la criptonita. Lo que lo hace fuerte en la Tierra es que ese mineral, del que está hecho su planeta de origen, no existe. Algo similar me ocurre al volver a Chile y volver a un ambiente idiomático original, salvando las distancias con el hombre de acero, pierdo la libertad que me permitía usarlo cuando vivía en un contexto necesariamente bilingüe. Por eso insisto tanto a mis estudiantes sobre la necesidad de aprender otros idiomas. Es el modo de asegurarse un mundo donde ser poderosos y correr menos riesgo de ser debilitado por las sentencias de los archi-enemigos. Aunque, a diferencia de Superman, los superpoderes más que permitirnos ayudar a los indefensos y salvar el mundo, nos permiten — a pesar de las erratas y las faltas de ortografía— salvar nuestro mundo interno.